Recopilado por: Lic. Yoice González de Bracho
Si bien es cierto, como hemos hablado en los artículos anteriores, que durante el duelo nos duele todo: el alma, el espíritu, el cuerpo; todo en conjunto nos duele como personas.
Es muy difícil pasar los primeros tiempos, sobre todo, las fechas más importantes para nosotros, sin ese ser querido que muriera, o que simplemente se mudara a otro país, y durante las fiestas decembrinas, las celebremos o no, se suele estar más sensible de lo normal. Una navidad que se celebra, una proximidad de fin de año y de otro que se iniciará, y ese vacío en el corazón que parece imposible llenar, ese no poder ocupar esa silla vacía que tenemos en frente, y aunque queramos evitarlo, nos resulta casi imposible que pase por nuestra mente el año anterior o el último año que pasamos juntos.
Basada en mi experiencia personal, les aseguro que sé de lo que hablo. Así que, como familia nos unimos en oración, compartiendo, y recordando las anécdotas juntos en todo su esplendor, tanto las buenas, como malas, y entre chistes y comentarios, las lágrimas se escapan, y se hacen nudos en la garganta, hay miradas que se cruzan, y suspiros que se sienten. Luego, se sirve comida y recordamos lo que nos gustaba comer juntos, esas conexiones familiares padre- hijos que nos une con cada uno de forma diferente y especial.
A medida que pasan los años se hace un poco más llevadera la vivencia en estas fechas, debo acentuar que esto depende mucho del apego con el ser querido que ya no está, pero lo importante es seguir haciendo las cosas que se hacían juntos, que aunque es doloroso las primeras veces, es una forma de ir manteniendo la esencia del que ya no está, del que dejo la silla vacía.
En esta parte me detengo un poco para hablar de una dura realidad que a todos de una u otra forma nos afecta como venezolanos, nuestra sociedad se está viendo muy fracturada por un duelo masivo migratorio, y un duelo de perdidas simbólicas en todos los aspectos, de comodidad, de comida, de empleo, el de ver sumergida a nuestra querida Venezuela en esta crisis económica, y sobre todo de valores, es una situación tan fuerte que de una u otra forma a todos nos afecta y nos duele, y en muchos hogares existe ese dolor en el corazón, al ver que este año no será igual a los anteriores, muchos de nuestros seres queridos ya no están, aunado al hecho de que ciertas costumbres y tradiciones tampoco las podremos llevar a cabo de la manera que estábamos acostumbrados. Y en estos momentos, se viven las mismas etapas del duelo que experimentamos cuando perdemos a un ser querido que ha muerto.
Afortunadamente, contamos con el favor de las redes sociales. El podernos comunicar de una u otra forma, saber que están bien, nos alienta el hecho de poder verles sonreír en fotos o en videos, poder enviarles bendiciones y seguir expresándoles todo nuestro amor, aprender a vivir en resiliencia y confiando en que DIOS les cuida mejor que nosotros. Y no dejar de creer que Dios hará posible un pronto reencuentro, y que el espíritu nos de sabiduría, y brinde su cuidado y amor para los que nos quedamos y para los que están en otro lugar.
EL DUELO MIGRATORIO ES UN DUELO PARCIAL. Es diferente al duelo por la pérdida de un ser querido. Es un duelo por la separación más que por la pérdida. Una separación temporal espacial. Durante este es posible volver atrás y mantener el contacto con la cultura de origen y la familia.
En lo personal, he experimentado que el refugiarnos en la palabra de DIOS y en la alabanza a Él, hace más llevadero el camino en ausencia del ser querido; mi esposo y yo hemos aprendido; primero a vivir las épocas del nacimiento del señor Jesús, llenándonos de su amor, recordando a nuestro hijo que partió con sus ocurrencias, así como a los otros que se han cambiado de país, siempre con la esperanza de que están bien, que les podemos llamar y visitar en cualquier momento.
Dentro de todo hemos podido ver como la gracia de Dios nos cubre a cada instante, renueva nuestras fuerzas, nos consuela, permite que sigamos adelante, y la posibilidad de poder brindar una sonrisa y una palabra de aliento a otros que están en las mismas circunstancias.
Podemos hacer esta oración:
Señor, colocamos a nuestros hijos, y a todos los seres queridos que se han ido en tus manos. Gracias porque tus planes para ellos son mejores que los nuestros, y son para su bien y su paz, y sabemos que tú les darás el futuro que esperan (JEREMIAS 29:11)
Así que recordemos esa esencia por la cual Dios nos permite estar en este lugar: ahora. ¿Es fácil?: ¡No!, nadie dijo que lo sería.
Solo me resta decirles que es poco a poco que logramos sobreponernos, y en algún momento podemos decir sin dolor y con paz en nuestro corazón: “Todo va a estar bien”.
Confiemos plenamente en el amor de nuestro SEÑOR JESÚS, que llena los corazones de los que le amamos incondicionalmente.
Mira a tu alrededor, y si aun tienes dolor en tu corazón, o de tus ojos se escapan lágrimas por los recuerdos de esas partidas, respira profundo y sé capaz de agradecer a DIOS de todo lo que aún tienes, del lugar donde estás, y de todo lo que puedes ver y sentir.
Amen