Recopilado por: Dra. Masiel Matera
En el capítulo 8 titulado “Respete los límites mutuos” del libro Reparando las cercas de los corazones heridos. Diez llaves para una mejor relación con sus hijos adultos el Dr. Lynch plantea la importancia de establecer y respetar límites sanos entre padres e hijos adultos.
Desde que nuestros hijos eran niños, establecimos normas en la casa, estas eran los límites que les decían a nuestros hijos qué cosas se podían hacer o no, hasta donde podían llegar. Tal vez algunos límites que podían ser menos rígidos, los hicimos demasiado estrictos y otros que quizás debieron ser un poco más estrictos, yo no los respetaba tanto, siempre fui más complaciente. Probablemente, otros no estaban claramente definidos y tendían a crear en los niños algo de confusión.
El asunto es que los niños crecieron y, en esa misma medida, mi complacencia y control también fueron creciendo. Mis temores, aquellos de los que hablé en el escrito anterior sobre la madurez emocional, también fueron creciendo. Esos mismos temores me llevaron a ser un poco más estricta con los límites, sobre todo con mi hija. Creo que también a causa de su carácter un tanto rebelde y retador.
Haciendo una retrospectiva, me doy cuenta de que uno de los detonadores de ira en ella fue que el tiempo pasó y se hizo adulta, pero yo no entendí que los límites debían ir cambiando y que podían negociarse y relajar un poco el control. Ahora estoy segura de que eso nos hubiera ahorrado muchas situaciones dolorosas. Sin embargo, creo firmemente que todo obra para bien en el perfecto plan de Dios. Si las cosas no hubieran sido así, no me habría dado cuenta de los cambios que necesariamente había que hacer.
En mi caso personal, cuando sucedió esta explosión de situaciones con mi hija, empezó para mí un período de mucha duda y confusión con respecto a las normas a establecer. Mis temores acerca de ella estaban a flor de piel y, literalmente, no sabía qué hacer, si establecer o no límites. Me encontraba como en un limbo.
En medio de la lucha interna que había en mí, tratando de asumir la adultez de mis hijos, sobre todo la de mi hija, sabía que no podía continuar como controladora, pero tampoco podía dejar que pasara por encima las normas que mi esposo y yo establecíamos en nuestra casa. Empecé a establecer límites más por ensayo y error.
El problema de no manejar bien los límites es realmente como afirma el Dr, Lynch (2013:148): “La principal fuente de dolor que los padres experimentan con sus hijos adultos, hierve con la incapacidad de establecer y mantener límites apropiados”. Ciertamente, nuestra relación estaba bastante fracturada, había mucho que reparar.
Creo que establecer límites sanos y claramente definidos es un paso que debe hacerse desde el inicio mismo del proceso de reparar un corazón herido y restaurar las relaciones. Establecer límites, además de determinar los roles y las normas sobre lo que puede permitirse o no, lo que debe respetarse en la familia y en la casa, también tiene mucho que ver con el círculo de responsabilidad de cada persona en una relación. Es decir, hasta dónde llegan mis obligaciones y asumir el compromiso de cumplirlas.
“Los límites son esenciales para establecer y mantener relaciones saludables” (Dr. Lynch;2013:150) y en mi caso, había que reestructurar muchos de esos límites. Esto también es un proceso, sobre todo porque cuando estos son muy rígidos producen un distanciamiento emocional de los hijos adultos con respecto a los padres.
Los límites saludables permiten que las relaciones en la familia se fortalezcan y evitan los sentimientos de culpa, pérdida, temor de no ser aceptado y el control obsesivo. Leyendo este capítulo, pude darme cuenta de que debemos dejarles claro a los hijos adultos que, como padres, Dios nos dio la responsabilidad de ser la autoridad responsable de la casa, por lo tanto, tenemos que establecer pautas que deben ser respetadas y que es necesario que haya un compromiso de ambas partes. Algunos de estos límites podrán ser establecidos de manera consensuada, en una negociación; no obstante, otros no podrán negociarse. Pero es fundamental que todo esto se haga en un clima de respeto, presentando argumentos lo suficientemente sólidos que evidencien la necesidad de establecerlos y respetarlos.
En este capítulo, el Dr. Lynch (2013) presenta estrategias específicas que nos ayudan a establecer límites sanos con hijos adultos casados y solteros que viven aún con nosotros o que se han ido del nido y, por alguna razón, han debido regresar.Incluso, establece límites para los abuelos. En mi caso particular, mis hijos no son casados y viven con nosotros, pues aún son universitarios. El varón culminó una carrera, trabaja en el negocio familiar y está cursando otra carrera. La hembra está estudiando y trabaja los fines de semana.
Ahora bien, ¿cómo saber cuáles son los límites más adecuados?
Un elemento clave es entender que los límites que establezcamos con los hijos adultos deben ser pensados en función de impulsarlos a ser independientes y responsables, pues “Sorprendentemente muchos no quieren salir de las casas de sus padres en primer lugar. ¿Por qué? Porque prefieren quedarse en casa para disfrutar de un estilo de vida más próspero por el mayor tiempo posible” (Dr. Lynch;2013:155). De modo que debemos dejarles claro que no siempre dependerán de nosotros. Esto no significa que no estemos allí para ayudarlos cuando lo necesiten, pero es importante aclarar los términos de esa ayuda. El Dr. Lynch (2013:162) nos exhorta a no ser “…padre de adultos niños. ¿Por qué? Porque eso los mantiene en un estado mental de la infancia y nunca crecen emocionalmente”.
Me llama la atención que existen al menos tres aspectos fundamentales que debemos considerar al momento de establecer límites:
(i) Establezca responsabilidades financieras
Si nuestros hijos trabajan, es importante asignarles alguna responsabilidad financiera en la casa. Podemos conversar con ellos y llegar a un acuerdo mutuo sobre algún gasto que ellos puedan asumir. Si no trabajan o su salario no les permite contribuir financieramente, o tal vez no nos sentimos cómodos con el hecho de que ellos colaboren económicamente, es importante que negociemos con ellos tareas en el hogar y, mientras desempeñas estas tareas, animarlos a conseguir un trabajo, asegurarnos de que ahorran como si estuvieran viviendo solos. De manera que sientan la presión de que vivir cuesta esfuerzo y trabajo.
Si se trata de un hijo que regresa a la casa por alguna circunstancia, es importante aclarar, en primer lugar, que es potestad de los padres decidir si pueden regresar o no y, luego, aclarar cuáles serán sus responsabilidades en la casa y cuánto tiempo se quedarán.
(ii) Mantenga los valores en la familia
Es nuestro derecho y responsabilidad ante Dios mantener, en nuestra casa, los valores que hemos sembrado en la familia; puesto que “Ellos no están siendo forzados a vivir allí, en su casa. Es un acuerdo mutuo; y si ellos deciden vivir con usted, están decidiendo también respetar sus valores” (Dr. Lynch;2013:163).
Dentro de la consideración a los valores, debemos establecer límites en los que se respete la moral, Por ejemplo, si quieren traer una pareja a la casa para dormir con ella, es importante aclarar que por razones morales no está permitido. Tal vez no evitemos su conducta inmoral, pero al menos cumplimos con nuestra responsabilidad de hacerles entender que no pueden hacerlo en la casa; “Y si se van, no es porque ustedes los echaron, sino por su decisión de no respetar sus valores” (Dr. Lynch;2013:164).
También hay que establecer límites en los que se respete la gestión de la dinámica de la casa. Según sea el caso, aclarar los horarios de llegada, el uso del televisor, computadoras, etc., de manera que no se afecte la rutina de la casa, pues “Aunque sea tranquilo y no perjudicial, y vaya y venga como le plazca; si esa libertad le molesta, usted necesita tener una charla de adulto a adulto” (Dr. Lynch; 2013:164).
En mi caso particular, he tenido que establecer reglas claras, no negociables, con respecto a los horarios de visita de algunos amigos, porque se estaba alterando la dinámica natural de la casa, así como la intimidad familiar. He tenido que mantenerme firme en el cumplimiento de ellas.
Es fundamental distinguir entre aceptación y aprobación. Explica el Dr. Lynch (2013) que aceptación es reconocer una realidad, mientras que aprobación es juzgar algo como bueno y correcto. Entonces, ¿qué hacer si nuestros hijos adultos toman malas decisiones morales? Simplemente, aceptar esa realidad, haciéndoles saber que no estamos de acuerdo y que los amamos aunque no aprobemos esas conductas, pues “…mostrar amor y respeto no es aprobar el pecado, aun Dios no deja de amarnos como creyentes cuando pecamos. Él se duele con nuestros pecados (Ef. 4:30). Él tampoco nos quita su gracia (su favor) cuando pecamos; ya que es un regalo, no un derecho ganado (Efesios 2:8-9)” (Dr. Lynch; 2013:166).
Aparentemente, es fácil decirlo, duele mucho aceptar que nuestros hijos puedan tener conductas inmorales. Sin embargo, debemos recordar que “Es responsabilidad de Dios el declararlo culpable por su pecado, no la suya (Jn 16:18)” (Dr. Lynch; 2013:166). En cambio, sí es nuestra responsabilidad amarlos y continuar peleando nuestra batalla en oración. Precisamente, por ese amor es que establecemos límites sanos, para que esas conductas no tengan lugar en nuestra casa.
(iii) Respete sus creencias religiosas
Es duro cuando nuestros hijos escogen otras creencias religiosas, no obstante, si queremos tener la posibilidad de influir de alguna manera sobre ellos y mantener una buena relación, debemos aceptar su decisión aunque no estemos de acuerdo. Recordemos que “Aceptación no significa aprobación” (Dr. Lynch; 2013:169).
Si decidimos, condenarlos, rechazarlos y criticarlos todo el tiempo por esta causa, nos negamos a nosotros mismos cualquier posibilidad de influenciarlos en algún momento de su vida, así como poder disfrutar de una hermosa relación con ellos. Después de todo “…usted no puede cambiarlos o controlarlos. Usted está limitado a ser solo una influencia. Usted también tiene el poder de la oración y cuenta con amigos que oran, para que se puedan abrir las puertas de los corazones que han sido cerrados” (Dr. Lynch; 2013:170). Como vemos, la oración sigue siendo nuestra arma más poderosa.
Estudiar este capítulo me ha dejado el reto de reflexionar y evaluar las pautas que les hemos establecido a nuestros hijos y replantear algunas de ellas. Algo que aprendí es que una vez establecidos los límites, debemos ser firmes y aprender a decir “no” sin remordimientos ni culpas. Aunque nuestros hijos se revelen ante esto. Tampoco debemos ser indiferentes ante la falta de límites, esto solo agudiza los conflictos.
Ser firmes “…no se trata de amor duro, sino de amor responsable. Debe darles lo que necesitan, no lo que quieren” (Dr. Lynch; 2013:165) con autoridad, pero con amor, respeto y negociando cada vez que sea posible.
“Abandonen toda amargura, ira y enojo; gritos y calumnias, y toda forma de malicia. Más bien sean bondadosos y compasivos unos con otros, y perdónense mutuamente como Dios los perdonó a ustedes en Cristo.” Efesios 4:31-32
Referencias
Biblia G3 de crecimiento juvenil. (1999). Nueva Versión Internacional. Editorial Vida. Impresa en China
Lynch, C. (2013) Reparando las cercas de los corazones heridos. Diez claves para una mejor relación con sus hijos adultos. Editorial GRAPHE, Venezuela